Comencemos con un hecho anecdótico. Segundo semestre de preparatoria (¿tanto tiempo ha pasado?). Clase de álgebra. Una de esas maestras que te hacen preguntar si el Emporio Disney ha trabajado en la clonación e hibridación de personajes como Úrsula, Maléfica y el personaje de Monsters Inc. que siempre dice "No hiciste tu papeleo anoche Güasausqui" (ojo, está escrito en español).
Un Ralph mucho más joven se veía forzado a sentarse hasta adelante por la maestra antes descrita debido a "conductas potencialmente peligrosas para el desarrollo y aprendizaje de él mismo y sus compañeros" como rezaba aquella nota que le hicieron firmar a mis padres. Sí, claro, seguramente pasé mis 3 años de preparatoria apuntándoles a mis amigos con un arma y gritando "¡no aprendan, no aprendan!
Sinceramente no entendí las tendencias paranoides de la maestra, pero no tuve otra opción. Error. En lugar de mejorar mis notas, se fueron a pique y la razón yacía detrás de mí.
Ahora les pido que imaginen una niña de 16 años con un trastorno obsesivo-compulsivo que la obliga a irritar a cualquier persona a menos de 2 metros de ella valiéndose únicamente de su insistencia y una voz tan aguda como esos silbatos especiales.
Era abril. El calor y mis bajas calificaciones comenzaban a hacer mella en mi buen humor. Una mañana me desperté de un humor peor que de costumbre sabiendo que no había hecho la tarea 4 para esa maldita clase.
Me senté y esperé. En mi mente comenzó a girar una idea para consumar mi venganza. -¡Pasen las tareas al frente, jóvenes!- gritó la maestra de álgebra. Obedecimos. Gracias a mi estratégica posición, las tareas de mi fila debían pasar por mis manos antes de llegar a la maestra. Pensaron bien: también las de aquella irritante niña.
Extraje de mi mochila unas tijeras y seguramente la maestra al verme pensó que su hora había llegado (pero me reservo esa historia para después), recibí las tareas de todos y sin pensarlo dos veces corté la parte superior de la tarea de aquella niña, el lugar donde invariablemente escribía su nombre. Apuradamente emborroné el mío en una esquina e hice entrega de todas las tareas.
Volteé hacia atrás y sonriente le pregúnté: -¿se te hizo difícil la tarea?-
Días después la maestra llegó entusiasmada, era día de entrega de calificaciones. Además de mostrarnos la calificación del examen (que milagrosamente aprobé con honra), era costumbre desglosar el promedio final en todas las actividades que poseían cierta ponderación. No pude evitar sonreír maliciosamente. Finalmente tendría lo que quería.
Ella era la segunda de la lista. -Querida (se me olvidaba: para colmo esa niña era de las favoritas de la maestra), tienes 100 en el examen pero te falta la tarea 4, tienes 80 final- le dijo, sin poder evitar una mueca de decepción.
-¡Maestra, le prometo que la hice!- exclamó, alterada.
-La busqué por todos mis archivos pero nunca la encontré, perdón- ¿¡Cómo le pide perdón una maestra a una alumna!?
Como escribió Mario Puzo en El Padrino: "La venganza es un plato que sabe mejor cuando se sirve frío".
Ralph Cor Leonis.
¿Se te hizo difícil la tarea?
lunes, 17 de noviembre de 2008
Porque simplemente
No quiero reprobar.
|
a las
11:19
|
Hablamos de
escuela,
trastornos de personalidad,
venganza
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 que no quieren reprobar:
¡Algún día la tendré que aplicar Ralph! Este blog no es un simple espacio de relajación; es una guía de supervivencia para un entorno poco favorable para el crecimiento personal.
si uqe tenías problemas...
Publicar un comentario